PORQUE LA FAMILIA VENDA SU MUERTO, LA JUSTICIA NO DEBE VENDERSE
MANUEL A. VEGA A menudo se escucha en pueblos y barrios de ciudades de República Dominicana, que matar a una persona es matar a un perro, como queriendo decirse que la vida humana vale igual o meno que la de un canino. Esta recurrente expresión en mi pueblo, Hato Mayor del Rey, enclavado en el mismo corazón de la región Este de la isla Hispaniola (República Dominicana), es una constante que favorece a criminales, violadores sexuales, narcotraficantes y abogados, pero que perjudica la ética y la moral del tren judicial, que se expone al escrutinio o cuestionamiento de la sociedad cuando ve que alguien recobra su libertad por negociaciones "ocultas" que se hacen entre familiares de víctimas y las de matadores o violadores de las leyes. Los muertos ya no valen nada para familiares, que negocian con pasmosa calma el asesinato de un pariente. Ya hay quienes piden a Dios que le maten a un familiar, para poder solucionar su pobreza o mitigar un problema perentorio