La difícil tarea del buscador de ámbar en Hato Mayor

Aunque no se sabe en que se beneficia la comunidad con la extracción del ámbar, hay mucha gente que vive de eso.


Buscar una piedra de ámbar es una labor para la que hay que tener la paciencia del pescador y la perseverancia del necesitado. En la sección Yanigua, en Hato Mayor, hombres jóvenes se lanzan a esta tarea cada día, sin desmayo y con esfuerzo.

El Valle, Hato Mayor.- Bartolo Hidalgo llevaba 27 días perforando y sacando lodo arcilloso en una loma de la sección Yanigua, de Hato Mayor.

Cinco hombres más trabajaban junto a él en un mismo hoyo en búsqueda de ámbar. Ya habían cavado cerca de 40 pies y todavía no encontraban la corteza negra que antecede al mineral. Siete hoyos más habían sido abiertos en la loma y, en todos, otros “hoyeros” con mejor suerte habían encontrado ámbar amarillo y rojo.

Hidalgo, de 21 años y padre de una hija, trabajaba ansioso, al igual que sus compañeros, pues el ámbar es de las pocas fuentes de sustento para las familias de Yanigua. “Bueno, será buscársela por otro lado; aunque aquí hay poco que hacer, y a mí no me gusta la agricultura”, respondió, al preguntarle qué haría si no encuentra la piedra.

Engaños y mafias. Pero los ingresos de Hidalgo no estaban seguros si aparecía ámbar, ya que el desorden, las mafias y estafas caracterizan las extracciones en Yanigua. A esto se suma la falta de protección para adentrarse a más de 60 metros de profundidad y luego gatear por túneles angostos y largos, llenos de fango. Además, otro riesgo asociado es que si encuentran una piedra, puede romperse al tratar de sacarla.

Las minas de ámbar son de propiedad privada, cuyo dueño a veces la renta para ser explotada o lo hace él mismo. El arrendatario o dueño le compra a los obreros la piedra por libra.

Aunque los obreros que extraen el ámbar dicen que comparten las ganancias con sus compañeros de “hoyo”, algunos se dan “tumbes” y, en ocasiones, si encuentran la piedra preciosa lo niegan y luego la venden a personas no arrendatarias ni dueñas de la mina. Y al final de la jornada, lo poco o mucho que se ganan los obreros termina en algún bar o en el colmado que le fió la comida.

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